Ella imagina...

domingo, julio 23, 2006

las diez



Eran las horas, que transitan por la larga aguja dentro de aquel viejo reloj que colgaba en el andén número cuatro de la estación de tren. Era una estación algo destartalada, desvencijada que guardaba la nostalgia del ayer entre sus cuatro vías. Eran unas horas desdibujadas que pasaban, para no volver, en una estación de tren de una ciudad de provincias. Pero eran las mismas horas, salvo aquel número diez, a cuyo cero le faltaba la mitad, que en Tokio, La Habana, Copenhague. Eran las horas trasnochadas que pasaban por el interior del cuerpo, recorriendo los caminos de la sangre que divergían la anatomía humana, como si fuera la vista aérea de una autopista, donde la muerte se vestía, en aquella cerrada curva, con una cruz de flores. Y en un breve instante, el tiempo se detiene, rozando la pequeñez y la eternidad, y se piensa quién dejó su cuerpo inerte e inmóvil en un tiempo ya muerto… Porque somos tiempo, el que transcurre en aquella primera imagen cinematográfica en blanco y negro, y lo embotellamos bajo la cosecha de los recuerdos, para emborracharnos de una realidad deformada. Eran aquellas horas que se roban a la muerte, intentando describirlas para darle un cuerpo, mientras la corta aguja de los segundos se une con la grande para marcar las diez.

2 Comments:

Blogger ideas said...

Existimos mientras alguien nos recuerda, mientras hay una lápida con nuestro nombre y los unos de noviembre alguien nos coloca unas flores..

10:24 p. m.  
Blogger @Igna-Nachodenoche said...

Porque somos tiempo, y me pregunto si el tiempo también transita, entre el asfalto, el olor a muertos, y el olor a flores, encima de sus tumbas inertes.
Inmovil esperando un tren que nunca llega..
...Y sé que nunca es tarde...
Un abrazo.

12:49 p. m.  

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