fragmento de “La estación del lienzo”
Aquella mañana el cielo se levantó con sombrero gris y corbata de tenues rayos amarillentos, donde el travieso viento jugaba a quitar la gorra de aquel anciano que paseaba con la soledad a su viejo amigo, el bastón, fiel colega que le facilitaba sus numerosas andaduras rumbo a la estación, y que en vano, las ráfagas no conseguían hacer aterrizar al suelo, su gorra.
Llegó a la estación, miró a derecha e izquierda, sabiendo que siempre tomaría la izquierda, a no ser que en el otro extremo hubiera alguna mujer a la que seducir, pero no vio ninguna, por lo que se dirigió hacia la izquierda, se sentó en uno de los bancos a la espera de tomar el tren, cuando se iba acercando distraído un hombre ensimismado en sus pensamientos, le contemplaba deseando tener aquella juventud, pero con su adquirida a pulso, experiencia, riéndose al ver cómo las manos del viento se entretenían con su gabardina, cuando de repente, vio aparecer, a escasos metros, unos pasos de mujer, viendo cómo el ser del viento acariciaba sus suaves cabellos y pensó “¡quién fuera aire para que me respires!”
(Continuará)
3 Comments:
Bonito piropo....
El elixir de la juventud con la experiencia de la vida, eso mismo quisira jejej, esperaremos a la siguiente estación de tus letras.
Imaginando...
¡Qué alegría poder leerte bien!Nunca diré quién asesinó a tu antiguo servidor.
Un abrazo
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